A todos los jóvenes nos han dicho alguna vez esa perlita de “bendita
juventud, cuántos pájaros tenéis en la cabeza”, supongo que hablo desde el
prejuicio, la generalización, la experiencia de mi juventud y en nombre de todos
esos pájaros tan sumamente especiales, pero he de decir que vosotros, tan
maduros, tan serios, con tantos cargos a vuestro nombre, tenéis la cabeza llena
de jaulas, sí, jaulas dónde se presupone queréis encerrar todos nuestros
pájaros, dónde les adoctrinaréis para un mundo cargado de responsabilidades y
obligaciones, un mundo donde prevalece la realidad y dónde no hay espacio para
ilusionarse, para soñar o para luchar por lo que verdaderamente crees.
Yo pensaba que eso de hacerse mayor era seguir creciendo cada
día, seguir teniendo tiempo libre, disfrutar con los amigos y con tu pareja, no
dejar de aprender, enseñar y disfrutar con los pequeños, trabajar, saber
cocinar y disfrutar mayoritariamente de una vida que consideres plena y en la
que se te sientas medianamente feliz. No le echemos la culpa a los tiempos que
corren, al dinero. Hoy en día hacerse mayor significa hipotecarse, no tener
tiempo, aguantar a tus hijos, trabajar de algo solo por el dinero y no porque
te gusta. Nos volvemos tan sumisos, ¿En serio? Sumisos de lo que siempre cuando
éramos niños renegamos. En qué momento de tu vida, decides que crecer y madurar
significa que todos tus sueños deben caberte en un piso de 80 metros cuadrados.
Qué no hay lugar para tener pájaros en la cabeza o ilusiones estúpidas. Y lo
peor de todo, en qué momento de la vida hablamos en nombre de esas jaulas con
orgullo y superioridad, quedando a la juventud, qué tu también representaste en
su día, cómo ilusos, niños, infantiles y exentos de cualquier responsabilidad. Perdónenme
que les diga, a todos los adultos que hablan desde esa perspectiva que acabo de
describir, ¿Tan pronto se os olvidó que tuvisteis
20 años? Tan sabios os creéis metiendo aquí para justificaros a la pobre
experiencia, a la que ni la va ni la viene, pues esto va de principios, para
decirnos a nosotros lo que no podremos hacer.
Por cada vez que decís: “Qué de pájaros tienes en la cabeza” ; “No lo conseguirás, ya es hora de que madures” ; “Es imposible, para eso tienes que tener mucha suerte” ; “Eso no tiene salidas” Y demás soberanas estupideces que sólo pronuncia un frustrado, que todavía recuerda el día que él no lo logró, una pequeña ilusión muere. Tú no eres nadie, para decirle a alguien que no va a lograr algo, no eres nadie para dar un consejo negativo y que no te han pedido.
Por cada vez que decís: “Qué de pájaros tienes en la cabeza” ; “No lo conseguirás, ya es hora de que madures” ; “Es imposible, para eso tienes que tener mucha suerte” ; “Eso no tiene salidas” Y demás soberanas estupideces que sólo pronuncia un frustrado, que todavía recuerda el día que él no lo logró, una pequeña ilusión muere. Tú no eres nadie, para decirle a alguien que no va a lograr algo, no eres nadie para dar un consejo negativo y que no te han pedido.
Supongo que si alguna persona que dijo esas frases, un
adultito típico de este panorama lee esto, pensará que soy una niñata, una
infantil y que me daré de bruces contra la realidad. No os culpo, no sois
vosotros los que habláis, es la sociedad que consiguió domesticaros la que se
pronuncia en vuestro nombre.
Nuestros pájaros, nuestra libertad.
Vuestras jaulas, vuestra realidad.
Un irónico saludo a todas las personas que se dieron por
aludidas. Critíquenme, eso significa que desde mi infantil cabecita puedo mover
pensamientos ajenos, y eso señores, es un lujo del que no todo el mundo puede
presumir.
Muac.
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