Amor libre.
Los sueños desprotegidos
al alcance de cualquiera.
El alma desnuda
y cada poro de su piel lanzando
una llamada,
una llamada a la más sublime de las
historias,
mientras crea vida con cada
centímetro de su cuerpo.
Su nuca y su espalda acariciadas
por otras manos
y esas manos averiguando cada
razón por la cual estaba enamorado.
Pero enamorado de todo lo que
fuera inmortal.
Manos heladas.
Su existencia,
salvaguardada por la sinrazón;
cada vez que se quitaba el miedo
a ser descubierto sin alas.
No era miedo al amor,
era miedo al amor cautivo.
Nunca se aferró a nada que no
volara.
Y su forma de querer sólo
cogía altura al desnudarse,
al desnudarse de todo,
de todos.
Y desnudarse no era quitarse la
ropa,
desnudarse era quitarse las
cadenas
para no tener miedo a ser libre
con alguien
y no tener miedo a no poder alzar
el vuelo,
otra vez.
Desnudarse en un puerto sin
amarres.
Desnudarse en alguien sin prisa,
desnudarse en un aeropuerto lleno
de cometas.
Por eso, cuando miraba la espalda
de ella
y no veía indicios de alas
necesitaba huir.
Cogía sus sueños y salía
corriendo,
persiguiendo una utopía que no
llegaba nunca.
Utopía que no se desnuda.
Utopía que sólo se viste de
palabras.
Utopía ideal.
Utopía sin rutina.
Y él sigue huyendo en su misma dirección,
siempre diez pasos por detrás.
Buscándola en otras manos,
buscándola en otros cuerpos,
buscándola al fin y al cabo.
Pero él camina,
hacia donde en el fondo vamos todos,
hacia una vida en la que no duela
desnudarse delante de alguien,
donde no haya miedo a dormir
abrazados,
donde no haya miedo a despertar,
porque sabes,
que cuando lo hagas,
los sueños seguirán en el suelo
donde los dejaste,
desprotegidos
al alcance de cualquiera
y esperándote.
Esperándoos.
Y la utopía sonríe,
allá a lo lejos
sabiendo,
que lo ha logrado,
que ahora sus sueños son el doble
de grandes.
Y el doble de libres.
no puedes escribir más bonito
ResponderEliminarte quiero sista
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