No sé si a veces se nos escapan ciertos detalles o es que
realmente no los queremos ver, pero hay ciertos aspectos que supongo sería de
mucha ayuda tenerlos en cuenta aunque este texto sea demasiado subjetivo.
El punto número uno es que los problemas no se eligen, una
persona no elige tener un problema, no elige pasarlo mal y no elige que hoy se
va a levantar de buena gana porque la vida es maravillosa. Y es que viviendo en
la calle de la piruleta, esquina de la golosina las cosas también pueden salir
mal, pueden torcerse. Se te pueden torcer.
El punto número dos son los tipos de problemas, hay algunos
que se escuchan mejor que otros, que son más “admisibles” porque ciertamente
creemos que sabemos abordarlos, creemos que somos verdaderos sabios y por ende daremos
el mejor de los apoyos. Pero el conflicto surge cuando ese problema no
interesa. ¿Qué pasa cuando le cuentas a alguien un problema más feo de lo
habitual? Que la mayoría da palmadita en la espalda y a otra cosa. No sé por
qué exactamente pero no hay cosa más triste que alguien que intenta contar un
problema y no es ni escuchado. Su problema queda infravalorado y la persona que
lo sufre decepcionado consigo mismo por ser tan imbécil de contarlo y
decepcionado por equivocarse de persona. Una vez más.
El punto número tres es lo que te dice alguien cuando le
estás contando que hay algo en tu vida que va mal, que te preocupa más de la
cuenta o que las cosas se han jodido pero bien. ¿Qué te dicen? “Ánimo”, “todo
va a salir bien”, “no es para tanto”, “no te preocupes”… Tirando de tópicos. No
necesitamos tópicos, esos nos los sabemos a la perfección todos y la teoría
está genial, pero no esperamos ciertamente que nos digan eso. Supongo que
algunos esperarán el consejo de su vida como respuesta a una pregunta lanzada a
gritos pero en silencio en boca del problema ¿Cómo salgo de aquí?; Pero
realmente un amigo no es un psicólogo y si hay algo que los debería de
diferenciar son los abrazos. Un abrazo a tiempo salva. Un contacto físico
traducido en un “no estás solo” o “estoy aquí” en todo eso que dicho de manera
verbal no significa lo mismo.
El punto cuatro y tirándolo todo por la borda, me atreveré a
decir que cuando le cuentas un problema a alguien y no es escuchado, es
infravalorado y te quedas igual o peor que si no lo hubieras contado surge la
necesidad de cambio. Cambia algo en tu vida o en las vidas que te rodean porque
hay algo que está fallando. No vuelvas a pecar de ingenuidad, de confianza. A
veces las personas que menos te conocen son las que más se pondrán en tu piel e
intentarán ayudarte. Y esto no es un consejo es un punto de vista, una
reflexión.
Personalmente, esto es lo que me ha enseñado el 2012. A pensar
en los problemas, a no tratarlos como un tabú. A base de experiencia y como
palo añadido, yo también me confundí y por eso sé de lo que hablo.
No hay nada más horrible que contar algo, pedir ayuda de
manera indirecta y comprobar al rato que estás arrepentido de contarlo porque
no ha servido para nada absolutamente. Es importante recordar que no todas las personas con las que contabas estarán ahí, aunque sean muy cercanas.
Por favor, no hagamos de la idea de “pedir ayuda” un estigma,
no construyamos una frontera de hielo entre “necesidad” y “necesito pedir ayuda”.
Sería una pena.
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