Se quedó el cielo sin su
suelo, se quedó la noche sin sus estrellas, se quedó el vaso sin agua que lo
llene, el olvido sin intención, la rosa sin sus espinas, el verso sin el arte, la música sin canción. Se quedó a oscuras
la mañana, se quedó mudo el colchón, frío el café, rotos los libros, se quedó
el chocolate sin sabor, la blusa de lunares sin lunares, se quedó marchito el
invierno, se quedó sin flores la primavera. Se quedó pensando el inútil, se
quedó sin esperanza Pandora, se quedó orgulloso el cobarde, se quedó el agua
sin su mar, el ombligo sin su mundo, la lluvia sin su tempestad. Se quedó tan
sola, que pensaba que ahora todo se había partido en dos. Tú te llevaste
una mitad, yo me quedé con la otra. Tú la vives, yo la escribo. Y así se
separaron el agua y el aceite, dudando, sigilosos pero acertados,
como se queda uno desnudo frente a la ventana esperando que ocurra, que pase,
que pase, que pase de una vez, cuando lo único que pasa frente a tu ventana es la vida, que se quedó sin su muerte y nada más. Porque este más, también se quedó sin su menos.
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