Nos pasamos la vida escuchando consejos. Desde que nacemos a
nuestros padres les dan consejos sobre cómo deben cuidarnos, darnos de comer,
cambiarnos… Hasta que morimos, aconsejándonos la extremaunción para salvarnos
del pecado eterno. Consentimos escuchar consejos en todos los aspectos y en
todos los momentos de nuestra vida, tanto para cosas importantes como para
cosas vulgares que carecen de valía o son simples detalles.
Nos aconsejan no
subirnos a lugares altos cuando somos pequeños, nos aconsejan cual será el
mejor instituto, el orientador nos aconsejará que carrera debemos escoger, nos
aconsejan cuando decidimos tener algún escarceo amoroso con alguien. Nos aconsejan
para todo lo habido y por haber. Pero nunca lo pedimos. Permitimos que hasta cuándo
vamos a comprarnos ropa el/la dependiente nos aconseje sobre qué prenda nos
queda mejor.
Y todos los consejos son absolutas y verdaderas patrañas que nos
inducen a creernos más seguros de algo, provocando en nosotros una falsa
ilusión de acierto. Si seguimos el consejo no fallaremos, como mentira
universal. Los consejos son algo que está completamente sobrevalorado y que en
realidad no necesitamos. Que nadie nos quite el privilegio de equivocarnos por
nosotros mismos. Que si la cagamos sea porque lo decidimos nosotros, porque
cagarla por seguir el consejo de alguien es algo que me da verdadero asco. Y
hablo por mí misma, que he sido la primera en oír consejos que no quería
escuchar y que no necesitaba. La primera en pagar el error de seguir un consejo
de alguien que ingenuamente creía conocerme. Nadie te conoce mejor que tú
mismo, y nadie mejor que tú para asumir
tus errores. Porque los consejos no tienen feedback o retroalimentación, qué
va, el consejo te lo dan pero el que paga el precio eres tú. Siempre es así.
Somos unos completos dependientes de la sociedad y de las personas que nos
rodean en cuanto a eso se refiere. Blandos. Paranoicos. Siempre con la puta
necesidad de que alguien nos diga que se ve desde fuera o qué es lo que mejor
podemos hacer. “Abrir los ojos” otro concepto que no soporto. ¿Abrirme los
ojos? ¿Qué pasa, que no me miraste a la cara y viste que los tengo bien
abiertos? En el sentido más literal de la palabra. Yo no quiero que me vendan
un futuro más brillante si tengo el mejor presente del mundo aunque viva a
ciegas. Aunque viva en el mundo de la piruleta. Me da igual, porque si lo he decidido
yo gozaré del placer de equivocarme y de renovarme.
Y luego, cuando todo esto termine, yo lo que quiero hacer
con frialdad, con firmeza y con una seguridad plena en mí misma, es no volver a
consentir ningún consejo de nadie que no he pedido y que no necesito.
Así, sin más y como dato. Romper definitivamente mi relación
con los consejos. Dejarnos para siempre. Porque si algo habéis conseguido es
que crea que soy más capaz que nunca de tomar decisiones por mí misma sin
consultarlo con nadie.
Pero sin prepotencia alguna, por favor. No vayan ustedes a
pensar mal de mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario